viernes, 4 de julio de 2014

Colores

"Estaba muy triste porque se sentía muy cansado. Su trabajo no le gustaba y se sentía solo a pesar de estar rodeado de gente. Dormía poco y mal. Era como uno de esos televisores que cada día fallan un poco más. Primero las interferencias, después la pérdida de color de la imagen, el mando a distancia cuyos botones tienen que ser apretados más y más fuerte...

¡Quién te ha visto y quién te ve!, se decía mientras se miraba al espejo. Y lo peor de todo es que sentía que hacía mucho que no reía, que no carcajeaba o ni siquiera llegaba a emitir una sonrisa que no fuese forzada. Con esto, no se consideraba ni agradable, ni buena persona, ni guapo o atractivo. Solo su chica lo hacía sentirse bien: agradable, buena persona e incluso guapo y atractivo. Y poco a poco los días que estaba sin ella iban haciéndose más largos, ya que no podía verla todo lo que quería.

Fue así como le prometió matrimonio. Viviremos juntos y comeremos perdices, le dijo.

- Lo siento - respondió ella-. Ya sabes que ni puedo vivir ahora junto a ti ni mucho menos comer una de esas aves. Te recuerdo que soy vegetariana. Pero he de decirte una cosa. Tal vez te sientas gris en tu trabajo, incluso en tu casa... pero yo no te veo así. A veces las paredes de las casas pierden color y no por ello hay que tirarlas abajo. Basta con darles otra capa de pintura, no descuidarlas. Así que aprovecha para buscarle color a tu vida y observa que hay más que el gris. Yo te ayudaré a buscarlos, pero recuerda: tú eres el que pinta tu vida.

El hombre gris asintió y volvió a mirarse al espejo. Era el momento de empezar a afeitarse todos los días".

Gracias, Raúl
Paciente de miconsulta.es


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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto


sábado, 24 de mayo de 2014

Un cuento sobre el amor...

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia.




Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia, y sin más ropa que la que llevo puesta. Esa es mi dote".

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: "Tendrás tu oportunidad. Si pasas la prueba, me desposarás".

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.

Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: "¿Qué fue lo que ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?". Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:

"No me ahorró ni un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora. No merecía mi amor".

Jorge Bucay

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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto


martes, 1 de abril de 2014

Ahora

¿Qué cuándo es el mejor momento? AHORA.

Porque probablemente nunca estés del todo preparado para tomar esa decisión a la que llevas dándole vueltas tanto tiempo; porque siempre habrá otros caminos que escoger pero debes empezar a trazar el tuyo cuanto antes; porque nunca sabrás cuándo es el mejor momento para decirle eso a lo que no paras de darle vueltas; porque quizás mañana sea demasiado tarde ya para pedirle perdón; porque puede que mañana el barco haya zarpazo y ya no puedas volver a cogerlo; porque mañana puede que ya no te esté esperando y sea tarde; porque lo único que realmente tienes y lo único eterno es el instante, porque hay que saber dar las gracias en el momento indicado; porque un abrazo, beso o caricia nunca puede demorarse; porque nunca sabrás si tendrás un mañana u otra oportunidad para hacerlo; porque es cierto que “más vale tarde que nunca” pero más cierto es que “no debes dejar para mañana lo que puedas hacer hoy”;  porque lo importante siempre es urgente; porque quizás más tarde te arrepientas de no haberlo dicho o intentado; porque más vale equivocarse y aprender de ello que quedarse con la duda; porque una sonrisa a tiempo puede hacer feliz a alguien; porque si vives planificando el futuro u obcecado en el pasado no disfrutarás del presente; porque ahora le tienes a tu lado y quién sabe dónde estará mañana; porque hasta que no des el primer paso tus sueños nunca empezarán a hacerse realidad, porque si no te gusta debes cambiarlo cuanto antes; porque si tu trabajo no te satisface habrá otro que lo haga; porque nadie debe hacerte sufrir; porque puede que la señal que llevas tiempo esperando no aparezca; porque lo que aprendas hoy te será de utilidad mañana; porque tus actos presentes definirán tu yo futuro; porque aquellos a quienes quieres no siempre estarán a tu lado; porque planificar algo y no ser capaz de ponerlo en práctica nunca es una pérdida de tiempo; porque hay que saber “coger el toro por los cuernos” y afrontar la realidad; porque por mucho que demores tus problemas o tareas acabarás teniendo que hacer frente a ellos; porque quizás mañana se haya cansado de esperarte; porque puede que pronto otra persona se cruce en su camino; porque es más fácil dar cuenta de un grano de arena que de una montaña; porque nunca debes dejar escapar una oportunidad; porque a veces puede ser demasiado tarde; porque de los errores se aprende; porque si después de tanto tiempo no puedes olvidarle deberías coger el teléfono y llamarle; porque querer nunca puede ser algo malo ni que deba ocultarse; porque probablemente lo esté esperando; porque hoy estás vivo y porque nunca más volverá a ser AHORA



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Isabel Estévez Prieto

Estefanía Cárcel Esteban

sábado, 8 de marzo de 2014

Soledad en pareja, el fin de una relación

“Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”  

Suele ser el principio del fin, ese pequeño instante en el que te das cuenta de que te sientes solo pese a compartir tu vida junto a alguien. Cuando pensamos en tener pareja suele venirnos a la mente la idea de compartir nuestras experiencias vitales con otra persona, la cual queremos tener a nuestro lado porque ayuda a que nuestra felicidad sea mayor. No quiere decir esto que necesitemos tener a alguien con nosotros como condición necesaria para alcanzar la felicidad plena que no podemos alcanzar por nosotros mismos. Nuestra pareja debe ser nuestro mejor compañero de viaje, aquella persona en la que podamos apoyarnos cuando estemos cansados por la dureza del camino o por las piedras que nos encontremos en él, pero también aquella persona con la que podamos compartir todas aquellas cosas maravillosas que nos vayamos encontrando.
Pero, ¿qué ocurre cuándo es nuestra propia pareja la que hace arduo nuestro camino, no nos ayuda a eliminar los obstáculos que encontremos en él o simplemente ya no nos apetece compartir con ella aquello que nos hace feliz? En este momento, empezamos a sentirnos solos pese a estar con alguien.

Pueden ser números y variados los motivos que nos lleven a esta situación, algunos de los más comunes suelen ser la infidelidad por parte de nuestra pareja, situaciones en las que hemos necesitado su ayuda y esta no ha sido la que esperábamos o la repetición de los mismos errores por su parte una y otra vez pese a sus promesas de cambio.

El haber sufrido una o varias infidelidades por parte de la pareja suele crear en el otro sentimientos de desconfianza, rabia, resentimiento y humillación, entre otros. A pesar de perdonar la infidelidad, muchas personas no son capaces de volver a confiar en el otro como antes, desembocando en continuas peleas acerca de por qué le engañó, cómo puede saber que no volverá a pasar o exculpando cualquier error propio al aferrarse a que la infidelidad por parte del otro fue peor que cualquier otra cosa que pueda hacer la propia persona. Esta situación desemboca muchas veces en un sentimiento de vacío o soledad que acaba haciendo imposible continuar con la persona amada.

Otra situación muy común que puede provocar que nos sintamos solos pese a estar con alguien es el hecho de que este nos haya fallado anteriormente cuando hemos necesitado su ayuda. Solemos esperar de nuestra pareja que esta esté a nuestro lado tanto en los momentos felices como en los más complicados. Sin embargo, a veces ocurre que no nos sentimos respaldados, comprendidos o escuchados por ella cuando más la necesitamos. Sentir que la persona que queremos no nos brinda su apoyo cuando lo demandamos, suele crear en nosotros un sentimiento de soledad que nos hace plantearnos si realmente merece la pena estar con ella sabiendo que solamente estará 100% con nosotros en los momentos buenos pero no en los malos.

Por último, es habitual sentirse solo cuando la persona junto a la que compartimos nuestra vida sigue cometiendo una y otra vez aquellos errores que ha prometido cambiar en infinidad de ocasiones. Es un error pensar que nuestra pareja debe cambiar su propia forma de ser para ajustarse a lo que deseamos de ella. Si bien, ocurre a veces que el otro manifiesta conductas realmente inadecuadas que nos hieren y que al hacérselo saber promete cambiar pero acaba repitiéndose la misma situación una y otra vez. Esto puede hacer que acabemos tirando la toalla al perder la esperanza en que la relación vaya a cambiar alguna vez.




Como hemos venido explicando, el sentimiento de soledad pese a estar en pareja suele ser uno de los detonantes del fin de una relación. A menudo, solemos aferrarnos a la felicidad que nos proporcionaba el otro antes de que la relación se viera deteriorada para seguir luchando por estar a su lado. Sin embargo, cuando las faltas del otro han mermado y deteriorado la relación y estar a su lado nos provoca ese sentimiento de soledad a menudo ha llegado la hora de dar el paso de cambiar de compañero de viaje, pues aquel que nos acompaña en el camino no es ya aquel que solía ser. 

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Isabel Estévez Prieto

Estefanía Cárcel Esteban

jueves, 20 de febrero de 2014

En pareja, el Día del Príncipe o la Princesa

Nuestra pareja, nuestro novio o nuestra novia, nuestro marido, nuestra mujer, esa persona a la que queremos y con la que compartimos nuestra vida. Está claro que es alguien muy especial para nosotros pero también está claro que a veces no le podemos (o no nos esforzamos en) dedicar el tiempo o las atenciones que merece. Hoy en día necesitamos invertir muchas horas en trabajar (o en buscar trabajo), en ir al gimnasio, en nuestros hobbies, nuestros amigos, y quizás con el paso del tiempo y con la llegada de la convivencia dejamos sin querer a un lado a nuestra pareja. No le dedicamos el mismo tiempo que antes y quizás eso hace que la relación se enfríe un poco. Pues bien, te voy a dar una pequeña idea, muy sencilla, para que reavives tu relación y para que tu pareja se sienta de nuevo muy querida y especial.


El Día de la Princesa


El Día del Príncipe


Elige un día de la semana sin que tu pareja lo sepa. Ese día va a ser el Día de tu Princesa o de tu Príncipe. Te dedicarás en cuerpo y alma a sorprenderle o sorprenderla. Piensa en hacerle un detalle, ir a comer a algún sitio bonito, en no ir ese día al fútbol y pasar la tarde con ella haciendo algo juntos, y cosas así. Se trata de hacer de un día normal, un día especial en pareja. No hace falta hacerlo en una fecha señalada (San Valentín, el cumpleaños, el aniversario), sino que lo importante es que estás dedicándole a tu pareja un día entero para ella sin que sea una fecha concreta. La cuestión no es hacer algo objetivamente anormal o fuera de lo común, sino que se trata de dedicarle más horas a tu persona querida con pequeños detalles, como los comentados anteriormente. Una cena romántica y cocinarle algo especial, un masaje con aceites, un pequeño ramo de flores, cualquier cosa que sepas que a tu pareja le va a gustar. Un detalle tras otro para hacer de un día cualquiera un Día del Príncipe o de la Princesa. De esta forma será más fácil mantener la chispa y las gratificaciones entre los dos.

Lo más probable es que si le dedicas un día así a tu pareja, ésta también tenga ganas de hacerlo contigo. Recuerda; cuando uno se porta bien con el otro, el otro también desea portarse bien con el uno.





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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto

lunes, 27 de enero de 2014

Te perdono

“There are things, I regret. That you can’t forgive. You can’t forget…So, take this night. Wrap it around me like a sheet. I know I’m not forgiven, but I need a place to sleep. So, take this night. Lay me down on the street. I know I’m not forgiven, but I hope that I’ll be given… Some Peace.”

Hace ya un par de años alguien tuvo el detalle de pedirme perdón con estos maravillosos versos. Aunque haya pasado el tiempo, cada vez que vuelvo a escuchar estas palabras me doy cuenta de que perdonar no es tarea sencilla.

Pese a que alguien tenga el gesto de intentar enmendar algo que nos hizo o dijo en el pasado, a menudo pensamos aquello de “ahora ya es tarde” o “esto no cambia lo que pasó”. Si bien es cierto que el acto de pedir perdón no puede modificar algo que ya ha ocurrido, sí que puede ser el inicio de un cambio. Una muestra de que la relación con esa persona puede ser distinta y por qué no, positiva.
A menudo el mayor problema con el que tenemos que enfrentarnos para aceptar una disculpa es nuestro propio orgullo. Suele ser habitual tener la creencia equivocada de que perdonar a aquel que nos hirió en el pasado supone aceptar que aquello que nos hizo no fue tan grave como realmente fue o que lo hemos olvidado por completo. Si bien esto no es así. Perdonar no significa borrar de nuestra mente el daño que nos provocaron, ni tampoco que reforcemos este comportamiento inadecuado o que le restemos la importancia que tiene.
El perdón implica ofrecer la oportunidad al otro de enmendar un error pasado y de modificar su conducta de cara al futuro. Es cierto que todo depende qué fue aquello que nos hicieron o dijeron, pero en numerosas ocasiones cualquiera de nosotros puede cometer errores puntuales que no nos definen, incluso de los que a veces no somos conscientes o no de su gravedad. Todos merecemos la oportunidad de enmendar un error ocasional y aprender de ello para no volver a repetirlo.


Otro de los motivos por el cual nos cuesta perdonar es el miedo a que las disculpas que nos profesan no sean sinceras y de que se vuelva a repetir la misma situación y vuelvan a fallarnos. Muchas veces esto viene provocado por experiencias pasadas con otras personas con las que ya hemos vivido esta situación o incluso con esa misma persona. Como suele decirse, “cada persona es un mundo”, por lo que no podemos dar por hecho que, si perdonamos a alguien, nos va a volver a fallar porque nos haya ocurrido esto en el pasado con otra persona. Otro caso distinto es que aquel que ahora intente conseguir nuestro perdón nos haya fallado numerosas veces anteriormente y haya repetido los mismos errores una y otra vez. En estos casos es muy probable que vuelva a repetir su comportamiento inadecuado hacia nosotros. Además, en estos casos en que los mismos errores se dan una y otra vez o en los que un único error ha sido demasiado grave, nuestra relación hacia esa persona cambia, se ve deteriorada y más que una incapacidad para perdonar simplemente aquel ya no se ajusta al tipo de persona que queremos tener a nuestro lado.


Del mismo modo que perdonar muchas veces no resulta tarea sencilla, pedir disculpas a veces es incluso más complicado.
De nuevo el orgullo suele ser uno de los principales motivos. Aceptar que uno se ha equivocado supone un choque con el ideal que tenemos de nosotros mismos, con la imagen que tenemos de cómo somos. Implica asumir que no somos perfectos, que cometemos errores y que nuestros actos y/o palabras pueden llegar a herir profundamente a otro.

Por esto mismo, es de valorar el perdón de alguien. Pedir perdón es un acto de valor. Supone asumir la responsabilidad de que se ha actuado de manera errónea, en contra de los propios valores morales y que con ello se ha causado dolor en el otro.


"Nunca, nunca es tarde para nacer de nuevo" 



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Isabel Estévez Prieto

Estefanía Cárcel Esteban

viernes, 17 de enero de 2014

Autoaceptación, conoce tus facetas escondidas

Te proponemos un pequeño ejercicio que te va a permitir conocer cosas de ti mismo que ahora ignoras, o que tenías escondidas. Cuando somos capaces de admitir ciertas cosas, buenas o malas, nos resulta más fácil aceptarlas y con ello sentirnos mejor con nosotros mismos. Además, si somos realmente conscientes de aquello que no nos gusta de nuestra forma de ser o de comportarnos, seremos más capaces de cambiarlo y mejorar. ¡Ahí va!





Necesitas unos cuantos folios y un bolígrafo. Al principio de cada folio escribe uno de los comienzos de las oraciones que aparecerán más abajo. Una vez escrito el comienzo de cada frase, complétalas escribiendo entre 5 y 10 finales para cada una. No te pares a pensar mucho, ya que si lo haces te estarás censurando. Escribe lo más rápido posible, poniendo lo primero que te venga a la mente.

No te preocupes si en algún momento no sabes muy bien qué poner. Piensa un poquito más y completa todas las frases. 

Una vez que las hayas acabado todas, vuelve a a leerlas y verás muchas facetas de tu personalidad que tú mismo te estabas escondiendo. Ahora sí que podrás reflexionar sobre ello, aceptarte tal cual eres y ponerte en el camino de mejorar lo que no te guste y conseguir una autoestima más elevada.


"Para mí no es fácil admitir que..."

"No puedo creer que en el pasado yo..."

"No me es fácil aceptarme cuando yo..."

"Una de mis emociones que no me gusta aceptar es..."

"Una de mis acciones que no me gusta aceptar es..."

"Uno de los pensamientos que no me gusta aceptar es..."

"Una de las partes de mi cuerpo que no me gusta aceptar es..."

"Si yo aceptara más mi cuerpo..."

"Si yo aceptara más las cosas que he hecho..."

"Si yo aceptara más mis sentimientos..."

"Si yo aceptara mis deseos y necesidades de forma honesta..."

"Lo que más me asusta de aceptarme es..."

"Si los demás vieran que me acepto más..."

"Lo bueno de aceptarme sería..."

"Empiezo a darme cuenta de que..."

"Empiezo a sentir..."

"Si dejo de negar lo que siento..."


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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto

martes, 14 de enero de 2014

Dependencia Emocional

Bienvenid@ de nuevo al blog Psicología Para Ti. Hoy me gustaría hablarte de un problema bastante común, al menos en principio. Le podemos poner la etiqueta de problema de autoestima, de pareja, o de habilidades sociales, y me refiero a la Dependencia Emocional.

La Dependencia Emocional aparece cuando piensas que no puedes vivir sin la otra persona, y por ello dejas en manos de tu pareja (o de otra persona o personas) la toma de decisiones de prácticamente todas las áreas de tu vida. Además, cuando eres emocionalmente dependiente, sueles buscar el gustar excesivamente a todo el mundo, haciendo cualquier cosa por obtener la aprobación de los demás (esto incluye soportar humillaciones y malos tratos).

El origen puede ser la falta de aprobación (¡lo haces todo mal!), la falta de amor (si haces eso no te querré) o por falta de valoración (¡tienes que sacar siempre sobresalientes, un notable no me vale!) cuando éramos pequeños, lo que genera adultos sumisos, dependientes y demasiado complacientes. Por regla general, una persona que ha sido criada de este modo es lógico que busque a alguien que le repita el mismo patrón con el que creció. Estamos hablando de generalidades, por supuesto también hay dependientes emocionales que no tuvieron una educación estrictamente así, y que a partir de las experiencias de la vida adulta (desprecios, decepciones, etc.) se convirtiera en una persona más débil en ese sentido. No siempre la infancia nos va a marcar para siempre, ya sabes que cada persona es un mundo.

Podemos nombrar algunas características que suelen presentarse en las personas que sufren este tipo de dependencia:

1. Temor desmedido a la soledad, que hace que en caso de una ruptura, enseguida se busque otra pareja con características similares.

2. La necesidad imperiosa de aprobación y de afecto, a cualquier coste. Sólo se sienten valorados si agradan y hacen felices a otros, aún a costa de sus propios deseos y necesidades.

3. Se sienten responsables (o culpables) por la felicidad (o la falta de ella) de quienes les rodean.

4. No pueden tolerar el rechazo, por eso no dicen lo que realmente piensan, e incluso hacen cosas contrarias a sus creencias para no ofender a nadie. Precisan la opinión positiva de otros para lograr su propia autoestima.

5. Creen que la sumisión EVITA el abandono.





Lógicamente, como en toda interrelación entre personas, las dos partes tienen su responsabilidad

Quien depende, espera de algún modo que el otro le solucione conflictos intrapersonales (internos) irresueltos, que cubra todas sus carencias (la mayoría emocionales), tal vez incluso que cambie y deje esa manera de ser tan poco "demostrativa, irrespetuosa, egocéntrica, o infiel". El dependiente relega sus necesidades a un segundo plano. Suelen agobiar a sus parejas con demandas de atención desmedidas, al punto de hacer escenas de celos o de invadir su privacidad.

Quienes generan dependencia en su pareja también tienen su grado de responsabilidad, por supuesto. Quieren tener gente al lado que baile al compás de su música (descartando o menospreciando a quién no lo hace), buscan tener el control total sobre la otra persona (serán más o menos permisivos, pero no darán libertad de acción). Suelen ser manipuladores y narcisistas, y tener un ego exacerbado.

Si dejas que otra persona maneje tu vida, y sientes que relegas tus necesidades en función de los demás, sistemáticamente, sin darte tu lugar, probablemente formes parte de una relación de dependencia emocional. Una cosa es pedir ayuda y aceptarla cuando la necesitamos, otra es no poder tomar decisiones importantes de manera personal, estar pendiente de qué decimos o hacemos para no enfadar al otro, pensar que sin esa persona nuestra vida no tendría sentido.


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Isabel Estévez Prieto

jueves, 9 de enero de 2014

Celos o celos patológicos

¿Quién no ha sentido celos alguna vez? Ese sentimiento natural, una especie de mezcla de rabia y temor por perder a la persona querida. No sólo se sienten celos dentro de la pareja; también podemos sentirlos porque creemos que nos están "apartando" de nuestros amigos, de nuestra familia o incluso de nuestro puesto de trabajo. Anteriormente ya te hablamos del tema de los celos en Celos de pareja, ¿nos ayudan en algo?, y hoy hemos querido contarte más cosas de esta desagradable emoción que a todos nos ha invadido en algún momento (o varios) de nuestra vida.


"Los celos son un sentimiento de malestar causado por la certeza, la sospecha o el temor de que la persona querida, a quien se desea en exclusiva, prefiera y vuelva el afecto hacia una tercera persona"

Echeburúa y Fernández-Montalvo


Si los celos los mantenemos bajo control pueden tratarse de una manifestación de amor hacia la otra persona, de afecto. De hecho, la etimología de la palabra "celo" se refiere a cuidado o interés por algo o alguien. Adaptativamente, como todos los estados emocionales, los celos tienen una función importante: preservar la estabilidad familiar. De ahí su carácter evolutivo y adaptativo en la vida de los seres humanos.

Hombres y mujeres manifestamos de forma diferente los celos, predominando el enfado en los hombres y la tristeza, la culpa y los autorreproches en las mujeres.





Pero, ¿dónde están las diferencias entre los celos adaptativos (o normales) y los celos patológicos? Para diferenciar la emoción adaptativa de la problemática podemos fijarnos en cuáles son las características de los celos patológicos. Atención.

Cuando hablamos de celos patológicos hablamos de un sentimiento que aparece sin provocación, es decir, sin una causa justificada. Además, provoca un dolor emocional muy intenso en forma de enfados, tristeza o agresividad hacia la pareja o hacia otras personas o cosas. Estos celos acaban interfiriendo gravemente en la vida de quien los sufre, a nivel de pareja, trabajo, familia o amigos. El celoso patológico comienza a controlar a su pareja y a comprobar si lo que le dice es cierto. En estos momentos nos encontramos con las revisiones de los móviles, del ordenador, las redes sociales, incluso se realizan llamadas a amigos de la pareja para comprobar que ésta está con ellos, como había dicho antes de salir. Cuando estas comprobaciones, objetivamente, no dan la sospecha de una posible traición, y la persona celosa continúa llevando a cabos estas conductas de control, podemos decir que los celos ya se han convertido en un problema realmente serio que puede provocar la ruptura de la relación. Los celos se mantienen en el tiempo independientemente de la conducta de la pareja.

Un ejemplo de conducta de una persona que sufre celos patológicos podría ser: ante el hecho de que la pareja llega tarde a casa, el  celoso/a tiene una respuesta cognitiva (de pensamiento) del tipo: "estará con...", "me va a dejar", "es un/a...", "se va a enterar", "no puedo vivir sin él/ella". Esos pensamientos provocan emociones negativas muy intensas como ira, ansiedad y tristeza profunda. Ante esta secuencia, aparece la conducta motora, la que se ve, lo que hace. En este caso, la conducta motora del celoso podría ser llamar a la pareja por teléfono, seguirla, registrar su ropa, su móvil, su bolso, interrogarla, buscar marcas de una posible infidelidad, o incluso ser más activo sexualmente con el objetivo de mantener cerca a la pareja, todo provocado por los pensamientos catastróficos que aparecen después de una conducta inocente por parte de la pareja (llegar tarde). Estas conductas de comprobación y de control provocan en el celoso un alivio a corto plazo porque se queda tranquilo, pero a largo plazo los celos cada vez son más fuertes y el problema se cronifica en el tiempo. Además, las conductas propias del celoso patológico hacen que la pareja haga lo que el celoso quiere para no enfadarle o para no hacerle sentir mal, con lo que el celoso ve reforzada su conducta, entrando en un bucle de destrucción personal.

Los celos patológicos tienen un tratamiento centrado en el cambio y la eliminación de los pensamientos negativos que provocan los celos y en eliminar las conductas de control y comprobación hacia la pareja. Si te sientes identificado con este problema, no dudes en pedir ayuda profesional.


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