jueves, 30 de mayo de 2013

Drogas, del uso a la dependencia

Muchos de nosotros conocemos a gente que hace uso de distintas drogas, ya sean las clasificadas como legales (tabaco, alcohol, etc.), o ilegales (cocaína, cannabis, etc.). Pero, ¿en qué momento se cruza la línea que separa el uso del abuso? ¿O la del uso y la dependencia? Hoy os vamos a hablar de qué es el abuso de drogas y qué es la dependencia. Obviamente las dos cosas están relacionadas, pero son diferentes. Lo que hay que tener en cuenta desde el principio es que para que se produzca la dependencia de alguna sustancia antes tiene que haber aparecido un abuso más o menos prolongado.





Vamos a ver un pequeño caso práctico. Nos encontramos con un paciente, un hombre de 40 años que empezó a consumir alcohol a los 16. Al principio, sólo bebía los fines de semana cuando estaba de fiesta con sus amigos. Hoy en día ha pasado a gastarse unos 80 euros los fines de semana sólo en alcohol, y a beber entre 10 y 15 cervezas entre semana. Se ha producido un proceso en el que, poco a poco y a lo largo de los años, se ha pasado de tomar alcohol de forma esporádica (uso) a tomar demasiado como norma (abuso), terminando finalmente en una dependencia del mismo.


Aquí os presentamos los criterios que nos dicen que existe un Abuso de alguna sustancia:

1. Existe un consumo recurrente de sustancias, que da lugar al incumplimiento de obligaciones en el trabajo, la escuela o en casa.

2. Consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso (por ejemplo, conducir un coche).

3. Problemas legales repetidos relacionados con la sustancia (por ejemplo, arrestos por comportamiento escandaloso debido a la sustancia).

4. Consumo continuado de la sustancia a pesar de tener problemas sociales continuos o recurrentes o problemas interpersonales causados o exacerbados por los efectos de la sustancia (por ejemplo, discusiones fuertes con la pareja).




¿Y cuáles son los criterios que nos hablan de que existe una Dependencia?

1. Se desarrolla Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:

- Una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación o el efecto deseado.

- El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado.

2. Abstinencia. Se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

3. La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un período más largo de lo que inicialmente se pretendía.

4. Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la sustancia.

5. Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, en el consumo de la misma, o en la recuperación de sus efectos.

6. Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia.

7. Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos persistentes, que parecen causados  o exacerbados por el consumo de la sustancia (por ejemplo, consumo de cocaína a pesar de saber que le está provocando una depresión entre otras muchísimas cosas, o continuada ingesta de alcohol a pesar de que empeora una úlcera).


Como se puede observar, el abuso y la dependencia tienen cosas en común, pero para que se dé la dependencia debe de haberse producido un abuso anteriormente, el cual no conlleva tolerancia o abstinencia. 


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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto

jueves, 23 de mayo de 2013

Cómo mantener viva la llama del amor

Hace un par de meses escribimos el Post “Mi cerebro se enamora” donde os explicábamos por qué nos enamoramos y los cambios que se llevan a cabo en nuestro cerebro cuando esto pasa. Pero, ¿qué ocurre cuándo cesa esta primera fase de enamoramiento?, ¿cómo nos comprometemos con la pareja a largo plazo? En este Post resolvemos estas y otras cuestiones.

Llega un momento en que las mariposas en el estómago desaparecen y dejamos de estar pendientes 24 horas de lo que hace o nos dice el ser amado. Quizás hayan pasado unas pocas semanas o varios meses, pero la fase inicial de amor romántico en la que nuestra vida gira en torno a la pareja ha acabado. ¿Qué pasa ahora? Se producen numerosos cambios en nuestro cuerpo que nos indican que estamos evolucionando hacia una nueva etapa. Ya no sentimos la ansiedad del principio, no nos sentimos tan nerviosos al tenerla cerca o pensar en ella, la sensación de euforia decae y empezamos a verle como realmente es (incluidos esos detalles que nos molestan y en los que en un primer momento no reparábamos). El éxtasis inicial, provocado por la liberación de dopamina, desaparece. El organismo se habitúa.
Llegados a este punto suelen ocurrir dos cosas, o la pareja se rompe o por el contrario, la pareja se consolida pasando del enamoramiento al amor. Aquí se daría paso a la secreción de oxitocina, la cual te une a tu pareja creando un nexo que te compromete con ella a largo plazo.

La transición de la fase inicial idílica a la vida real en pareja puede ser complicada. Muchas veces por las ideas erróneas que tenemos respecto al amor tales como, “no seré una persona completa si no tengo a alguien a mi lado” o “mi pareja ideal será aquella con la que encaje plenamente en cualquier aspecto”. Estos clichés sociales se nos imponen desde edades tempranas, pudiendo provocar que tengamos una idea equivocada de lo que debe ser una relación de pareja sana y por consecuencia hacernos sufrir. Pensar que no somos nada sin la otra persona o que nuestra vida no tendrá sentido sin ella, puede conducirnos a la dependencia emocional o afectiva. Incurriendo en el error de perdonar cualquier cosa que el ser amado nos haga, como puede ser una infidelidad, por el miedo a que si le dejamos comience una relación amorosa con la tercera persona. No debemos olvidar que el amor no es incondicional, no todo vale. A veces resulta complicado porque no nos enseñan a vivir solos, por lo que se mantienen relaciones por el mero hecho de evitar la soledad y tener compañía. En el momento en que aparecen reproches, engaños con terceros, mentiras, etc. la pareja suele verse abocada al fracaso a largo plazo pese a los intentos por salvarla.



Entonces, ¿qué características debe reunir una pareja para perdurar? El amor es un proceso continuo de construcción. Las relaciones hay que trabajarlas y cuidarlas a diario. Cada relación amorosa es distinta y única y no se debe intentar revivir con alguien la vida que teníamos con otro amado. Una buena pareja debe presentar tres características básicas: deseo sexual (un buen acoplamiento sexual es esencial), ternura (cuidado y preocupación por el otro) y amistad. Puesto que el acto sexual es algo a lo que no se dedica la mayor cantidad del tiempo y que una ternura excesiva puede incurrir en sobreprotección, la amistad es la clave para que la relación perdure. Aquello de que los polos opuestos se atraen es cierto, pero chocan cuando están cerca. Por lo que debemos compartir semejanzas con nuestra pareja para que la relación funcione. La clave reside en la complementación.  El carácter del otro debe ser compatible con el nuestro, así como su escala de valores, su manera de actuar y entender el mundo. No suele ser satisfactorio compartir nuestra vida junto a alguien que no nos gusta cómo se enfrenta a las situaciones cotidianas o con la que no compartimos momentos vitales parecidos, como suele ocurrir con parejas en que existe una gran diferencia de edad. Objetivos y un proyecto de vida similar son esenciales para una buena relación de pareja.

Pero previamente a tener una relación de pareja y que esta sea sana, debemos partir siempre de la base de aprender a estar solos y querernos a nosotros mismos sin tener a alguien al lado. Solo así podremos ser felices junto a otro.


“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es una media naranja, y que la vida tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta”                                                                                              
John Lennon


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Isabel Estévez Prieto
iestevez@cop.es

Estefanía Cárcel Esteban
ecarcelpsicologa@gmail.com

viernes, 17 de mayo de 2013

Economía de Fichas para los Trillizos (caso práctico)

En esta ocasión, vamos a describir una técnica que en Psicología denominamos Operante, que nos va a servir para comenzar a instaurar una rutina y una disciplina en tres hermanos. Esta técnica es la Economía de Fichas y vamos a proceder a describirla de forma muy práctica. El objetivo es que los niños hagan las tareas que sus padres demandan, instaurándose así el comienzo de un buen comportamiento y las consecuencias positivas que éste tendrá para los pequeños traviesos. ¡Comenzamos!

Vamos a diseñar una Economía de Fichas para un grupo de 3 hermanos trillizos. La familia se encuentra un poco desbordada porque los niños, a pesar de sus 6 años, no se visten solos, quieren que les den de comer sus padres, no se sientan a la mesa para comer (se levantan continuamente, quieren comer en el sofá, etc.), cuando juegan dejan los juguetes tirados por el suelo, etc. En la actualidad, los niños desobedecen las órdenes de sus padres y piden ayuda a los progenitores para todo, ya que muchas conductas que ya deberían de realizar solos las hacen siempre con la ayuda de los padres, con la pérdida de tiempo y paciencia por parte de los mismos que esto supone. Lo que queremos conseguir es que realicen las siguientes conductas:

- Comer solos
- Comer sentados en la mesa
- Vestirse solos por las mañanas
- Asearse por las mañanas antes de ir al colegio
- Recoger los juguetes después de jugar
- Ir a la ducha cuando se lo piden sus padres

Estas son las conductas que queremos conseguir de momento, ya que son las que más urgen según sus padres. Para ello, les vamos a explicar qué es lo que queremos que hagan y se lo vamos a plantear como un juego. Les vamos a preguntar: ¿quién es tan mayor que sabe comer solo? Los niños dirán que sí que saben y entonces les diremos que cada vez que coman solos les vamos a dar una pegatina. Lo mismo para cada una de las conductas que queremos que hagan.

Les diseñaremos una cartulina donde pondremos los días de la semana y las conductas que queremos que realicen. Sería algo parecido a esto:












Les vamos a explicar a los niños que cada vez que hagan eso les vamos a dar una pegatina, y esa pegatina la pegarán en la casilla correspondiente. También les vamos a explicar que, al final del día o de la semana, podrán canjear o cambiar las pegatinas (cada una vale un punto) por algo que les guste. Les vamos a dar un punto por cada cosa que hagan de la lista. Les dejaremos claro, también, cómo tiene que ser la conducta. Por ejemplo, si decimos que tienen que comer solos no nos vamos a referir a comer solos una cucharada, sino que será durante todo el rato que dure la hora de comer, y así con todo. Especificaremos qué es lo que queremos que hagan y, si no cumplen el objetivo (ya sea vestirse completamente antes de ir al colegio o recoger todos los juguetes después de jugar) no conseguirán el punto.

Les preguntamos a los niños qué es lo que les gusta, lo que se traduce en los premios con los que les vamos a obsequiar si consiguen las suficientes pegatinas (o puntos) al final del día o de la semana. Podrán canjear sus puntos como quieran.

Hablando con los niños llegamos a la conclusión de que las cosas que más les gustan son las siguientes:

1. Ver su serie de televisión favorita.
2. Jugar a la Nintendo DS 20 minutos antes de ir a dormir.
3. Ver películas de Disney.
4. Que la mamá les lea un cuento.
5. Comprar cromos de Pokémon.
6. Que venga un amigo a jugar a casa.
7. Salir al parque con la bicicleta.
8. Ir al cine.

A cada uno de estos premios les vamos a poner un "precio", y el precio de cada cosa podría ser:











Podemos observar que los niños, para conseguir puntos, tienen que realizar las conductas que aparecen en la primera tabla. Previamente les vamos a explicar el programa como si fuera un juego y les vamos a decir que el objetivo es ganar puntos para poder cambiarlos por alguna de las cosas que aparecen en la segunda tabla. Obviamente, los premios no tienen por qué ser siempre los mismos; a lo largo del tiempo, podemos cambiar los premios por otros diferentes. Les dejamos claro que para conseguir los premios más grandes, como salir al parque e ir al cine, necesitan más puntos que en los demás, con lo cual tendrán que ahorrar puntos para poder conseguirlos. De esta manera, conseguimos motivarles para que hagan las cosas que queremos que hagan y, además, aprenden a administrar los puntos según lo que quieren conseguir.

Daremos las pegatinas inmediatamente después de haber realizado la conducta y será el propio niño el que la pegue en su cartulina, que estará colgada en la pared de su habitación. Así el niño participa de una manera directa y tiene el control tanto de las cosas que hace como de las cosas que consigue gracias a su buen comportamiento.


Ejemplo de pegatinas que se pueden dar como punto

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Estefanía Cárcel Esteban

Isabel Estévez Prieto


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